Los consumidores se interesan cada vez más por la composición y la calidad de los alimentos. Los hábitos de vida han evolucionado, la industria agroalimentaria suministra gran parte de los alimentos y la concienciación de la repercusión de la alimentación en la salud aumenta.
Los laboratorios se han convertido en colaboradores ineludibles tanto para la elaboración de nuevos productos (control de las materias primas y de las formulaciones) como para la verificación de la conformidad de los productos acabados.
Podría parecer que los avances en tecnología, química y biología nos libran de cualquier riesgo en el consumo de alimentos, agua y hasta cosméticos pero la mejora de estas disciplinas va acompañada también de la aparición de nuevos patógenos y otras amenazas para la calidad óptima del consumo humano.
Se considera entonces que el principal propósito de un análisis microbiológico es determinar si existe algún riesgo para la salud animal o humana y saber cuáles son los elementos que exponen ese alimento a la contaminación con el fin de evitarlos.
La mayoría de enfermedades que se pueden producir en los alimentos son diarreicas. Si bien es cierto que en una persona sana y bien alimentada el impacto es menor, existen muchas enfermedades que pueden ser graves para su salud como la Salmonelosis, intoxicación estafilococócica, Gastroenteritis y Enteritis necrótica o gangrena gaseosa.
El análisis microbiológico no mejora la calidad del alimento, sino que permite valorar la carga microbiana, señalando los posibles puntos de riesgo de contaminación o multiplicación microbiana.
Los análisis microbiológicos principalmente se usan para:
• Seguridad higiénica del producto o alimento
• Ejecución de prácticas adecuadas de producción
• Generar calidad comercial y mantenerla en los productos
• Establecer la utilidad del alimento o producto para un propósito determinado
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